Inteligencia artificial y tercera edad: "una reflexión desde la formación"

14.04.2025

Como formadores que trabajamos con personas mayores, no solo enseñamos informática. Acompañamos procesos de transformación personal. Somos testigos de cómo, al comprender una tecnología, muchas personas redescubren capacidades que creían perdidas, superan miedos y recuperan el control sobre su entorno. En este contexto, la inteligencia artificial (IA) no es solo una nueva materia que explicar, sino una oportunidad para replantear el modo en que la sociedad acompaña el envejecimiento.

Vivimos un cambio de era. La población envejece, y al mismo tiempo, la tecnología se vuelve más invisible, más autónoma y más presente. Esto genera una tensión, pero también una posibilidad: poner la inteligencia artificial al servicio del bienestar, no solo de la eficiencia.

Envejecer no es desconectarse: el reto de la inclusión digital

El envejecimiento no debería implicar una pérdida de vínculos con el mundo. Sin embargo, muchas personas mayores viven un proceso de desconexión progresiva: dejan de usar servicios, pierden oportunidades de aprendizaje, y en ocasiones, su mundo se reduce a un espacio físico y emocional cada vez más limitado.

Como formadores, vemos que esta desconexión no es por falta de capacidad, sino por falta de acompañamiento. La IA puede contribuir a cerrar esa brecha si se piensa no solo como una tecnología avanzada, sino como una herramienta de accesibilidad, cuidado y estimulación.

La IA como nueva capa de salud pública

La salud en la vejez no se limita al cuerpo. Incluye el bienestar emocional, la autonomía y el mantenimiento de la identidad. Aquí, la IA puede jugar un papel transformador. No hablamos de robots que sustituyan el contacto humano, sino de sistemas que:

  • Detecten señales tempranas de deterioro cognitivo o emocional a través de cambios en el habla, en los hábitos o en la interacción con el entorno.

  • Faciliten la comprensión de información médica o administrativa, adaptando el lenguaje y los formatos a las capacidades de cada persona.

  • Ayuden a estructurar el día a día, ofreciendo rutinas personalizadas que combinen actividad física, descanso y estímulo cognitivo.

Esto exige un diseño ético, donde la tecnología observe sin invadir, oriente sin imponer y ayude sin infantilizar.

Formación para una IA con rostro humano

La alfabetización digital en la tercera edad debe ir más allá del uso de aplicaciones. Necesitamos preparar a las personas para convivir con inteligencias artificiales, para entender sus límites y para decidir cómo y cuándo integrarlas en su vida.

Este enfoque implica también un trabajo con los propios formadores: debemos estar preparados para explicar qué es la IA, cómo funciona y por qué debe usarse con espíritu crítico. No se trata de crear expertos en tecnología, sino ciudadanos mayores empoderados, que comprendan y participen en las decisiones sobre las tecnologías que les afectan.

Diseñar desde la diversidad y la empatía

Una IA realmente útil para la tercera edad debe diseñarse desde la experiencia de envejecer. Eso implica repensar conceptos clave como:

  • Interfaz: ¿Y si las interfaces digitales no fuesen pantallas, sino entornos conversacionales más naturales?

  • Privacidad: ¿Podemos crear modelos de IA que prioricen el consentimiento informado y la soberanía digital de las personas mayores?

  • Lenguaje: ¿Cómo puede la IA adaptar su modo de expresión, no solo para ser entendida, sino también para no generar ansiedad o sensación de dependencia?

Estas preguntas no se resuelven solo desde la ingeniería. Requieren antropología, pedagogía, geriatría, y sobre todo, escucha activa.

El camino que tenemos por delante

Como formadores, podemos y debemos ser puente entre el potencial de la IA y las necesidades reales de las personas mayores. Podemos:

  • Fomentar entornos de aprendizaje donde se reflexione sobre la tecnología, no solo se use.

  • Participar en el diseño de herramientas educativas con IA que respeten el ritmo de aprendizaje de cada persona.

  • Promover una cultura tecnológica más lenta, más humana y más inclusiva.

Porque si la inteligencia artificial va a formar parte de la vida cotidiana, entonces debe también formar parte del derecho a una vejez digna. Y eso implica no solo acceso, sino comprensión, elección y participación.

Conclusión: una inteligencia que cuida, no que sustituye

La IA puede ayudar a las personas mayores a vivir con más seguridad, más autonomía y más conexión con su entorno. Pero para que eso ocurra, debemos asegurarnos de que se desarrolle desde la empatía y el respeto, no solo desde la eficiencia.


Como formadores, educadores y acompañantes, tenemos un papel clave: no solo enseñar a usar la tecnología, sino a entenderla, cuestionarla y moldearla para que sirva a todas las etapas de la vida para ser vivida con plenitud y sentido.

Últimas publicaciones

Lee lo nuevo de esta semana
 

La Lila, 17 Oviedo, Asturias 33002 - España lalila@oviedo.es +34 984 08 34 00
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar